UNA
ÉTICA PARA LA SUSTENTABILIDAD
Manifiesto
por la vida
La XIII Reunión
del Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el
Caribe (Río de Janeiro, octubre 2001) acordó "profundizar en
los principios éticos que sean la base del Plan de Acción Regional
de Medio Ambiente y que trasciendan hacia las políticas ambientales
y de desarrollo sustentable de los países de la región" y
"convocar a un Simposio Regional sobre Principios Éticos y
Desarrollo Sustentable, para trabajar el tema y preparar propuestas
que puedan orientar la contribución de esta región a la Cumbre de
Desarrollo Sostenible en Johannesburgo (septiembre 2002)". Dando
seguimiento a esta decisión, el Ministerio del Medio Ambiente de
Colombia, en colaboración con el Programa de las N.U. para el Medio
Ambiente (Pnuma) y el Consejo de la Tierra, y con el auspicio del
Programa de las N.U. para el Desarrollo (Pnud), Cepal y Banco
Mundial, convocaron al Simposio sobre Ética Ambiental y Desarrollo
Sustentable, llevado a cabo en Bogotá en mayo de 2002.
El Simposio,
presidido por el ministro del Medio Ambiente de Colombia, reunió a
un grupo selecto de 34 personalidades actuando a título personal,
provenientes de distintos ámbitos de las políticas públicas y de
la acción ciudadana, incluyendo gobiernos, organismos
internacionales, instituciones científicas y académicas,
organizaciones no gubernamentales y grupos de interés (empresarios,
líderes políticos, grupos indígenas y afro-descendientes). La
riqueza de la reflexión y el debate dados en el Simposio sobre los
principios éticos que deben orientar a los actores involucrados en
la gestión económica, social y ambiental del desarrollo
sustentable, llevó a los participantes en él a resolver elaborar un
manifiesto por una ética para la sustentabilidad.
La
primera versión de Una ética para
la sustentabilidad fue presentada
ante la Séptima Reunión del Comité Intersesional del Foro de
Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe (Sao
Paulo, mayo de 2002). La presente versión es una reelaboración a
partir de posteriores consultas con los participantes del Simposio,
los cuales fueron: Carlos Galano (Argentina); Marianella Curi
(Bolivia);Oscar
Motomura, Carlos Walter Porto Gonçalves, Marina Silva y Mirian
Vilela (Brasil); Augusto
Ángel, Felipe Ángel, José M. Borrero, Julio Carrizosa, Hernán
Cortés, Margarita Flórez, Alfonso Llano, Alicia Lozano, Juan
Mayr, Klaus
Schütze y Luis
C. Valenzuela (Colombia); Eduardo
Mora y Lorena
San Román (Costa Rica); Ismael
Clark y Ricardo
Sánchez (Cuba); Antonio
Elizalde y Sara Larraín (Chile); María Fernanda Espinosa
y Sebastián
Haji (Ecuador); Luis
A. Franco (Guatemala); Luis M. Guerra, Enrique Leff, Beatriz Paredes
y Gabriel Quadri
(México); Guillermo
Castro (Panamá); Eloisa
Tréllez (Perú); Juan C. Ramírez (Cepal), y Fernando
Calderón (Pnud). También se tomó en cuenta los comentarios de
Lucia Helena de Oliveira Cunha (Brasil) y Diana Luque, Mario Núñez,
Armando Páez y José Romero (México) [Para dar la adhesión a
este manifiesto remitirse a:
www.rolac.unep.mx/educamb/esp/mantexto.htm].
1.
La crisis ambiental es una crisis de civilización. Es la crisis de
un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depredado a la
naturaleza y subyugado a las culturas alternas. El modelo
civilizatorio dominante degrada al ambiente, menosprecia la
diversidad cultural y discrimina al Otro (al indígena, al pobre, a
la mujer, al negro, al Sur) mientras privilegia el modo de producción
explotador y un estilo de vida consumista que se han vuelto
hegemónicos en el proceso de globalización.
2.
La crisis ambiental es la crisis de nuestro tiempo. No es una crisis
ecológica, sino social. Es el resultado de una visión mecanicista
del mundo que, ignorando
los límites biofísicos de la naturaleza y los estilos de vida de
las diferentes culturas, está acelerando
el calentamiento global del planeta. Este es un hecho antrópico y no
natural. La crisis ambiental es una crisis moral de instituciones
políticas, de aparatos jurídicos de dominación, de relaciones
sociales injustas y de una racionalidad instrumental en conflicto con
la trama de la vida.
3.
El discurso
del desarrollo
sostenible parte
de una idea equívoca. Las políticas del desarrollo sostenible
buscan armonizar el proceso económico con la conservación de la
naturaleza favoreciendo un balance entre la satisfacción de
necesidades actuales y las de las generaciones futuras. Sin embargo,
pretende realizar sus objetivos revitalizando el viejo mito
desarrollista, promoviendo la falacia de un crecimiento económico
sostenible sobre la naturaleza limitada del planeta. Mas la crítica
a esta noción del desarrollo sostenible no invalida la verdad y el
sentido del concepto de sustentabilidad para orientar la construcción
de una nueva racionalidad social y productiva.
4.
El concepto de sustentabilidad se funda en el reconocimiento de los
límites y potenciales de la naturaleza, así como la complejidad
ambiental, inspirando una nueva comprensión del mundo para enfrentar
los desafíos de la humanidad en el tercer milenio. El concepto
de sustentabilidad promueve una nueva alianza naturaleza-cultura
fundando una nueva economía, reorientando los potenciales de la
ciencia y la tecnología, y construyendo una nueva cultura política
fundada en una ética de la sustentabilidad –en valores, creencias,
sentimientos y saberes que renuevan los sentidos existenciales, los
mundos de vida y las formas de habitar la Tierra.
5.
Las políticas ambientales y del desarrollo sostenible han estado
basadas en un
conjunto de principios y en una conciencia ecológica que han servido
como los criterios para orientar las acciones de los gobiernos, las
instituciones internacionales y la ciudadanía. A partir del primer
Día de la Tierra en 1970 y de la Conferencia de Naciones Unidas
sobre Medio Ambiente Humano (Estocolmo, 1972) y hasta la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Río 92) y
en el proceso de Río+10; desde La
Primavera Silenciosa, La
Bomba Poblacional y Los
Límites del Crecimiento,
hasta Nuestro
Futuro Común,
los Principios de
Río y la Carta
de la Tierra, un
cuerpo de preceptos ha acompañado a las estrategias del
ecodesarrollo y las políticas del desarrollo sostenible. Los
principios del desarrollo sostenible parten de la percepción del
mundo como una
sola Tierra con
un futuro
común para la
humanidad; orientan una nueva geopolítica fundada en pensar
globalmente y actuar localmente;
establecen el principio
precautorio para
conservar la vida ante la falta de certezas del conocimiento
científico y el exceso de imperativos tecnológicos y económicos;
promueven la responsabilidad colectiva, la equidad social, la
justicia ambiental y la calidad de vida de las generaciones presentes
y futuras. Sin embargo, estos preceptos del desarrollo
sostenible no se
han traducido en una ética como un cuerpo de normas de conducta que
reoriente los procesos económicos y políticos hacia una nueva
racionalidad social y hacia formas sustentables de producción y de
vida.
6.
En la década que va de la Cumbre de Río (1992) a la Cumbre de
Johannesburgo (2002), la economía se volvió economía ecológica,
la ecología se convirtió en ecología política y la diversidad
cultural condujo a una política de la diferencia. La ética se está
transmutando en una ética política. De la dicotomía entre la razón
pura y la razón práctica, de la disyuntiva entre el interés y los
valores, la sociedad se desplaza hacia una economía moral y una
racionalidad ética que inspira la solidaridad entre los seres
humanos y con la naturaleza. La ética para la sustentabilidad
promueve la gestión participativa de los bienes y servicios
ambientales de la humanidad para el bien común; la coexistencia de
derechos colectivos e individuales; la satisfacción de necesidades
básicas, realizaciones personales y aspiraciones culturales de los
diferentes grupos sociales. La ética ambiental orienta los procesos
y comportamientos sociales hacia un futuro justo y sustentable para
toda la humanidad.
7.
La ética para la sustentabilidad plantea la necesaria reconciliación
entre la razón y la moral, de manera que los seres humanos alcancen
un nuevo estadio de conciencia, autonomía y control sobre sus mundos
de vida, haciéndose responsables de sus actos hacia sí mismos,
hacia los demás y hacia la naturaleza en la deliberación de lo
justo y lo bueno. La ética ambiental se convierte así en un soporte
existencial de la conducta humana hacia la naturaleza y de la
sustentabilidad de la vida.
8.
La ética para la sustentabilidad es una ética de la diversidad
donde se conjuga el ethos de
diversas culturas. Esta ética alimenta una política de la
diferencia. Es una ética radical porque va hasta la raíz de la
crisis ambiental para remover todos los cimientos filosóficos,
culturales, políticos y sociales de esta civilización hegemónica,
homogeneizante, jerárquica, despilfarradora, sojuzgadora y
excluyente. La
ética de la sustentabilidad es la ética de la vida y para la vida.
Es una ética para el reencantamiento y la reerotización del mundo,
donde el deseo de vida reafirme el poder de la imaginación, la
creatividad y la capacidad del ser humano para transgredir
irracionalidades represivas, para indagar por lo desconocido, para
pensar lo impensado, para construir el por-venir de una sociedad
convivencial y sustentable, y para avanzar hacia estilos de vida
inspirados en la frugalidad, el pluralismo y la armonía en la
diversidad.
9.
La ética de la sustentabilidad entraña un nuevo saber capaz
de comprender
las complejas interacciones entre la sociedad y la naturaleza. El
saber ambiental reenlaza los vínculos indisolubles de un mundo
interconectado de procesos ecológicos, culturales, tecnológicos,
económicos y sociales. El saber ambiental cambia la percepción del
mundo basada en un pensamiento único y unidimensional, que se
encuentra en la raíz de la crisis ambiental, por un pensamiento de
la complejidad. Esta
ética promueve la construcción de una racionalidad ambiental
fundada en una nueva economía –moral, ecológica y cultural–
como condición para establecer un
nuevo modo de producción que haga viables estilos de
vida ecológicamente
sostenibles y socialmente justos.
10.
La ética para la sustentabilidad se nutre de un
conjunto de preceptos, principios y propuestas para reorientar los
comportamientos individuales y colectivos, así como las acciones
públicas y privadas orientadas hacia la sustentabilidad. Entre ellos
identificamos los siguientes:
Ética
de una producción para la vida
11.
La pobreza y la injusticia social son los signos más elocuentes del
malestar de nuestra cultura, y están asociadas directa o
indirectamente con el deterioro ecológico a escala planetaria y
son el resultado de procesos históricos de exclusión
económica, política, social y cultural. La división creciente
entre países ricos y pobres, de grupos de poder y mayorías
desposeídas, sigue siendo el mayor riesgo ambiental y el mayor reto
de la sustentabilidad. La ética para la sustentabilidad enfrenta a
la creciente contradicción en el mundo entre opulencia y miseria,
alta tecnología y hambruna, explotación creciente de los recursos y
depauperación y desesperanza de miles de millones de seres humanos,
mundialización de los mercados y marginación social. La
justicia social es condición sine
qua non de
la sustentabilidad. Sin equidad en la distribución de los bienes y
servicios ambientales no será posible construir sociedades
ecológicamente sostenibles y socialmente justas.
12. La
construcción de sociedades sustentables pasa por el cambio hacia una
civilización basada en el aprovechamiento de fuentes de energía
renovables, económicamente eficientes y ambientalmente amigables,
como la energía solar. El viraje del paradigma mecanicista al
ecológico se está dando en la ciencia, en los valores y actitudes
individuales y colectivas, así como en los patrones de organización
social y en nuevas estrategias productivas, como la agroecología y
la agroforestería. Tanto los conocimientos científicos actuales,
como los movimientos sociales emergentes que pugnan por nuevas formas
sustentables de producción están abriendo posibilidades para la
construcción de una nueva racionalidad productiva, fundada en la
productividad ecotecnológica de cada región y ecosistema, a partir
de los potenciales de la naturaleza y de los valores de la cultura.
Esta nueva racionalidad productiva abre las perspectivas a un proceso
económico que rompe con el modelo unificador, hegemónico y
homogeneizante del mercado como ley suprema de la economía.
13.
La
ética para la sustentabilidad va más allá del propósito de
otorgar a la naturaleza un valor intrínseco universal, económico o
instrumental. Los bienes ambientales son valorizados por la
cultura a través de cosmovisiones, sentimientos y creencias que son
resultado de prácticas milenarias de transformación y co-evolución
con la naturaleza. El reconocimiento de los límites de la
intervención cultural en la naturaleza significa también aceptar
los límites de la tecnología que ha llegado a suplantar los valores
humanos por la eficiencia de su razón utilitarista. La bioética
debe moderar la intervención tecnológica en el orden biológico. La
técnica debe ser gobernada por un sentido ético de su potencia
transformadora de la vida.
Ética
del conocimiento y diálogo de saberes
14.
La ciencia ha constituido el instrumento más poderoso de
conocimiento y transformación de la naturaleza, con capacidad para
resolver problemas críticos como la escasez de recursos, el hambre
en el mundo y de procurar mejores condiciones de bienestar para la
humanidad. La búsqueda del conocimiento a través de la racionalidad
científica ha sido uno de los valores sobresalientes del espíritu
humano. Sin embargo, se ha llegado a un dilema: al mismo tiempo
que el pensamiento científico ha abierto las posibilidades para
una “inteligencia
colectiva” asentada en los avances de la cibernética y las
tecnologías de la información, la sumisión de la ciencia y la
tecnología al interés económico y al poder político comprometen
seriamente la supervivencia del ser humano; a su vez, la inequidad
social asociada a la privatización y al acceso desigual al
conocimiento y a la información resultan moralmente injustos. La
capacidad humana para trascender su entorno inmediato e intervenir
los sistemas naturales está modificando, a menudo de manera
irreversible, procesos naturales cuya evolución ha tomado millones
de años, desencadenando riesgos ecológicos fuera de todo control
científico.
15.
El avance científico ha acompañado a una ideología del progreso
económico y del dominio de la naturaleza, privilegiando
modelos mecanicistas
y cuantitativos de la realidad que ignoran las dimensiones
cualitativas, subjetivas y sistémicas que alimentan otras formas del
conocimiento. El fraccionamiento del pensamiento científico lo ha
inhabilitado para comprender y abordar los problemas
socio-ambientales complejos. Si bien las ciencias y la economía han
sido efectivas para intervenir sistemas naturales y ampliar las
fronteras de la información, paradójicamente no se han traducido en
una mejoría en la calidad de vida de la mayoría de la población
mundial; muchos de sus efectos más perversos están profundamente
enraizados en los presupuestos, axiomas, categorías y procedimientos
de la economíay de las ciencias.
16.
La ciencia se debate hoy entre dos políticas alternativas. Por una
parte, seguir siendo la principal herramienta de la economía mundial
de mercado orientada por la búsqueda de la ganancia individual y el
crecimiento sostenible. Por otra parte, está llamada a producir
conocimientos y tecnologías que promuevan la calidad ambiental, el
manejo sustentable de los recursos naturales y el bienestar de los
pueblos. Para ello será necesario conjugar las aportaciones
racionales del conocimiento científico con las reflexiones morales
de la tradición humanística abriendo la posibilidad de un nuevo
conocimiento donde puedan convivir la razón y la pasión, lo
objetivo y lo subjetivo, la verdad y lo bueno.
17.
La eficacia de la ciencia le ha conferido una legitimidad dentro de
la cultura hegemónica de Occidente como paradigma por
excelencia de conocimiento, negando y excluyendo los saberes
no científicos, los saberes populares, los saberes indígenas, tanto
en el diseño de estrategias de conservación ecológica y en los
proyectos de desarrollo sostenible, como en la resolución de
conflictos ambientales. Hoy los asuntos cruciales de la
sustentabilidad no son comprensibles ni resolubles solo mediante los
conocimientos de la ciencia, incluso con el concurso de un cuerpo
científico interdisciplinario, debido en parte al carácter complejo
de los asuntos ambientales y en parte porque las decisiones sobre la
sustentabilidad ecológica y la justicia ambiental ponen en juego
diversos saberes y actores sociales. Los juicios de verdad implican
la intervención de visiones, intereses y valores que son
irreductibles al juicio “objetivo” de las ciencias.
18.
La toma de decisiones en asuntos ambientales demanda la contribución
de la ciencia para tener información más precisa sobre fenómenos
naturales. Es el caso del calentamiento global del planeta, donde las
predicciones científicas sobre la vulnerabilidad ecológica y los
riesgos socio-ambientales, a pesar de su inevitable grado de
incertidumbre, deben predominar sobre las decisiones basadas en el
interés económico y en creencias infundadas en las virtudes del
mercado para resolver los problemas ambientales.
19.
La ética de la sustentabilidad remite a la ética de un
conocimiento orientado
hacia una nueva visión de la economía, de la sociedad y del ser
humano.
Ello implica promover estrategias de conocimiento abiertas a la
hibridación de las ciencias y la tecnología moderna con los saberes
populares y locales en una política de interculturalidad y diálogo
de saberes. La ética implícita en el saber ambiental recupera el
“conocimiento valorativo” y coloca el conocimiento dentro de la
trama de relaciones de poder en el saber. El conocimiento valorativo
implica la recuperación del valor de la vida y el reencuentro de
nosotros mismos, como seres humanos sociales y naturales, en un mundo
donde prevalece la codicia, la ganancia, la prepotencia, la
indiferencia y la agresión, sobre los sentimientos de solidaridad,
compasión y comprensión.
20. La
ética de la sustentabilidad induce un cambio de concepción
del conocimiento de una realidad hecha de objetos por un saber
orientado hacia el mundo del ser. La comprensión de la complejidad
ambiental demanda romper el cerco de la lógica y abrir el círculo
de la ciencia que ha generado una visión unidimensional y
fragmentada del mundo. Reconociendo el valor y el potencial de la
ciencia para alcanzar estadios de mayor bienestar para la humanidad,
la ética de la sustentabilidad conlleva un proceso de reapropiación
social del conocimiento y la orientación de los esfuerzos
científicos hacia la solución de los problemas más acuciantes de
la humanidad y los principios de la sustentabilidad: una economía
ecológica, fuentes renovables de energía, salud y calidad de vida
para todos, erradicación de la pobreza y seguridad alimentaria. El
círculo de las ciencias debe abrirse hacia un
campo epistémico que incluya y favorezca el florecimiento de
diferentes formas culturales de conocimiento. El saber ambiental es
la apertura de la ciencia interdisciplinaria y sistémica hacia un
diálogo de saberes.
21.
La ética de la sustentabilidad implica revertir el principio
de pensar
globalmente y actuar localmente.
Este precepto lleva a una colonización del conocimiento a través de
una geopolítica del saber que legitima el pensamiento y las
estrategias formuladas en los centros de poder de los países
“desarrollados” dentro de la racionalidad del proceso dominante
de globalización económica, para ser reproducidos e implantados en
los países “en desarrollo” o “en transición”, en cada
localidad y en todos los poros de la sensibilidad humana. Sin
desconocer los aportes de la ciencia para transitar hacia la
sustentabilidad, es necesario repensar la globalidad desde la
localidad del saber, arraigado en un territorio y una cultura, desde
la riqueza de su heterogeneidad, diversidad y singularidad; y desde
allí reconstruir el mundo a través del diálogo intercultural de
saberes y la hibridación de los conocimientos científicos con los
saberes locales.
22. La
educación para la sustentabilidad debe entenderse en este contexto
como una pedagogía basada en el diálogo de saberes y orientada
hacia la construcción de una racionalidad ambiental. Esta pedagogía
incorpora una visión holística del mundo y un pensamiento de la
complejidad. Pero al fundarse en una ética y una ontología de la
otredad, va más allá del mundo cerrado de las interrelaciones
sistémicas del mundo objetivado de lo ya dado, abriéndose a lo
infinito del mundo de lo posible y a la creación de lo
que aún no es. Es la
educación para la construcción de un futuro sustentable,
equitativo, justo y diverso. Es una educación para la participación,
la autodeterminación y la transformación; una educación que
permita recuperar
el valor de lo sencillo en la complejidad; de lo local ante lo
global; de lo diverso ante lo único; de lo singular ante lo
universal.
Ética
de la ciudadanía global, el espacio público y
los movimientos sociales
23.
La globalización económica está llevando a la privatización de
los espacios públicos. El destino de las naciones y de la gente está
cada vez más conducido por procesos económicos y políticos que se
deciden fuera de sus esferas de autonomía y responsabilidad. El
movimiento ambiental ha generado la emergencia de una ciudadanía
global que expresa los derechos de todos los pueblos y todas las
personas a participar de manera individual y colectiva en la toma de
decisiones que afectan su existencia, emancipándose del poder del
estado y del mercado como organizadores de sus mundos de vida.
24.
El sistema parlamentario de las democracias modernas se encuentra en
crisis porque la esfera pública, entendida como el espacio de
interrelación dialógica de aspiraciones, voluntades e intereses, ha
sido desplazada por
la negociación y el cálculo de interés de los partidos que,
convertidos en grupos de presión, negocian sus respectivas
oportunidades de ocupar el poder. Para resolver las paradojas
del efecto
mayoría es
necesario propiciar una
política de tolerancia y participación de las disidencias y las
diferencias. Asimismo debe alentarse los valores democráticos para
practicar una democracia directa.
25.
La democracia directa se funda en un principio de participación
colectiva en los procesos de toma de decisiones sobre los asuntos de
interés común. Frente al proyecto de democracia liberal que
legitima el dominio de la racionalidad del mercado, la democracia
ambiental reconoce los derechos de las comunidades autogestionarias
fundadas en el respeto a la soberanía y dignidad de la persona
humana, la responsabilidad ambiental y el ejercicio de procesos para
la toma de decisiones a partir del ideal de una organización basada
en los vínculos personales, las relaciones de trabajo creativo, los
grupos de afinidad, y los cabildos comunales y vecinales.
26. El
ambientalismo es
un movimiento social que, nacido de esta época de crisis
civilizatoria marcada por la degradación ambiental, el
individualismo, la fragmentación del mundo y la exclusión social,
nos convoca a pensar sobre el futuro de la vida, a cuestionar el
modelo de desarrollo prevaleciente y el concepto mismo de
desarrollo, para
enfrentar los límites de
la relación de la humanidad con el planeta. La ética de la
sustentabilidad nos confronta con el vínculo de la sociedad con la
naturaleza, con la condición humana y el sentido de la vida.
27.
La ética
para la construcción de una sociedad sustentable conduce hacia un
proceso de emancipación que reconoce, como enseñaba Paulo Freire,
que nadie libera a nadie y nadie se libera solo; los seres humanos
solo se liberan en comunión. De esta manera es posible superar la
perspectiva “progresista” que pretende salvar al otro (al
indígena, al marginado, al pobre) dejando de ser él mismo para
integrarlo a un ser ideal universal, al mercado global o al estado
nacional; forzándolo a abandonar su ser, sus tradiciones y sus
estilos de vida para convertirse en un ser moderno y desarrollado.
Ética
de la gobernabilidad
global y la
democracia participativa
28.
La ética
para la sustentabilidad apela a la responsabilidad moral de los
sujetos, los grupos sociales y el estado para garantizar la
continuidad de la vida y para mejorar la calidad de ésta. Tal
responsabilidad se funda en principios de solidaridad entre esferas
políticas y sociales, de manera que sean los actores sociales
quienes definan y legitimen el orden social, las formas de vida, las
prácticas de la sustentabilidad, a través del establecimiento de un
nuevo pacto ciudadano y de un debate democrático, basado en el
respeto mutuo, el pluralismo político y la diversidad cultural, con
la primacía de una opinión pública crítica actuando con autonomía
ante los poderes del estado.
29.
La ética de la sustentabilidad cuestiona las formas vigentes de
dominación establecidas por las diferencias de género, etnia, clase
social y opción sexual, para establecer una diversidad y pluralidad
de derechos de la ciudadanía y la comunidad. Ello implica reconocer
la imposibilidad de consolidar una sociedad democrática dentro de
las grandes inequidades económicas y sociales en el mundo y en un
escenario político en el cual los actores sociales entran al juego
democrático en condiciones de desigualdad y donde las mayorías
tienen nulas o muy limitadas posibilidades de participación.
30. La
ética para la sustentabilidad demanda un nuevo pacto social. Éste
debe fundarse en un marco de acuerdos básicos para la construcción
de sociedades sustentables que incluya nuevas
relaciones sociales, modos de producción y patrones de consumo.
Estos acuerdos deben incorporar la
diversidad de estilos culturales de producción y de vida; reconocer
los disensos, asumir los conflictos, identificar a los ausentes del
diálogo e incluir a los excluidos del juego democrático. Estos
principios éticos conducen hacia la construcción de una
racionalidad alternativa que genere sociedades sustentables para los
millones de pobres y excluidos de este mundo globalizado, reduciendo
la brecha entre crecimiento y distribución, entre participación y
marginación, entre lo deseable y lo posible.
31. Una
ética para la sustentabilidad debe inspirar nuevos marcos
jurídico-institucionales que reflejen, respondan y se adapten al
carácter tanto global y regional, como nacional y local, de las
dinámicas ecológicas, así como a la revitalización de las
culturas y sus conocimientos asociados. Esta nueva institucionalidad
debe contar con el mandato y los medios para hacer frente a las
inequidades en la distribución económica y ecológica, la
concentración de poder de las corporaciones transnacionales, la
corrupción e ineficacia de los diferentes órganos de gobierno y
gestión y para avanzar hacia formas de gobernabilidad más
democráticas y participativas de la sociedad en su conjunto.
Ética
de los derechos, la justicia y la democracia
32.
El derecho no es la justicia. La racionalidad jurídica ha llevado a
privilegiar los procesos legales por encima de normas sustantivas,
desatendiendo así el establecimiento de un vínculo social fundado
en principios éticos, así como la aplicación de principios
esenciales para garantizar el ejercicio de los derechos humanos
fundamentales, ambientales y colectivos. Apoyados en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, todos tenemos derecho a las mismas
oportunidades, a tener derechos comunes y diferenciados. El
proyecto para avanzar hacia la nueva alianza solidaria con una
civilización de la diversidad y una cultura de baja entropía
presupone el primado de una ética implicada en una nueva visión del
mundo que nos disponga para una transmutación de los valores que
funden un nuevo contrato social. En
las circunstancias actuales de bancarrota moral, ecológica y
política, este cambio de valores es un imperativo de supervivencia.
33.
La
concepción moral de la modernidad ha tendido a favorecer las
acciones regidas por la racionalidad instrumental y el interés
económico, al tiempo que ha diluido la sensibilidad que permite
diferenciar un comportamiento utilitarista de otro fundado en valores
sustantivos e intrínsecos. La
complejidad creciente del mundo moderno ha erradicado una visión
universal del bien o un principio trascendental de lo justo que
sirvan de cimiento para el vínculo social solidario. La ética de la
sustentabilidad debe ser una
ética aplicada que asegure la coexistencia entre visiones rivales en
un mundo constituido por una diversidad de culturas y matrices de
racionalidad, centradas en diferentes ideas del bien.
34. Si
lo que caracteriza a las sociedades contemporáneas es el poder
científico sobre la naturaleza y el poder político sobre los seres
humanos, la ética para la sustentabilidad debe formular los
principios para prevenir que cualquier bien social sirva como medio
de dominación. Existiendo diferentes bienes sociales, su
distribución configura distintas esferas de justicia, cada una de
las cuales debe ser autónoma y dotada de reglas propias. De esta
complejidad de los bienes sociales nace la noción de equidad
compleja resultante de la intersección entre el proyecto de combatir
la dominación y el programa de diferenciación de esferas de la
justicia.
35.
Si la dominación es una de las formas esenciales del mal, abolirla
es el bien supremo. Ello significa desatar los nudos del pensamiento
y las estrategias de poder en el saber que nos someten a los
distintos dispositivos de sojuzgamiento activados en ideologías e
instituciones sociales. La lucha contra la dominación es un proyecto
moral cuyo núcleo consiste en cultivar una ética de las virtudes
que nos permita renunciar a los valores morales, los sistemas de
organización política y los artefactos tecnológicos que han
servido como medios de dominación. Es al mismo tiempo un proyecto
cultural para avanzar hacia la reinvención ética y estética de la
mente, los modelos económico-sociales y las relaciones
naturaleza-cultura que configuran el estilo de vida dominante en esta
civilización. Se trata de una ética de las
virtudes personales y cívicas que garantice el respeto de una base
mínima de deberes positivos y negativos, que asegure las normas
básicas de convivencia para la sustentabilidad.
36.
La ética para la sustentabilidad es una ética
de los derechos fundamentales predicables que promueve la dignidad
humana como el valor más alto y condición fundamental para
reconstruir las relaciones del ser humano con la naturaleza. Es una
ética de la solidaridad que rebasa el individualismo para fundarse
en el reconocimiento de la otredad y de la diferencia; una ética
democrática participativa que promueve el pluralismo, que reconoce
los derechos de las minorías y las protege de los abusos que les
pueden causar los diferentes grupos de poder. El
bien común es asegurar la producción y procuración de justicia
para todos, respetando lo propio de cada quién y dando a cada cual
lo suyo.
Ética
de los bienes comunes y del bien
común
37.
Los actuales procesos de intervención tecnológica, de
revalorización económica y de reapropiación social de la
naturaleza están planteando la necesidad de establecer los
principios de una bioética junto con una ética de los bienes y
servicios ambientales. Los bienes comunales no son bienes libres,
sino que han sido significados y transformados por valores comunes de
diferentes culturas. Los bienes públicos no son bienes de libre
acceso pues deben ser aprovechados para el bien común. Hoy,
los bienes
comunes están
sujetos a las formas de propiedad y normas de uso donde confluyen de
manera conflictiva los intereses del estado, de las empresas
transnacionales y de los pueblos en la redefinición de lo propio y
de lo ajeno, de lo público y lo privado, del patrimonio de los
pueblos, del estado y de la humanidad. Los bienes ambientales son una
intrincada red de bienes comunales y bienes públicos donde se
confrontan los principios de la libertad del mercado, la soberanía
de los estados y la autonomía de los pueblos.
38.
La ética del bien común se plantea como una ética para la
resolución del conflicto de intereses entre lo común y lo
universal, lo público y lo privado. La ética del orden público y
los derechos colectivos confronta a
la ética del derecho privado como mayor baluarte de la civilización
moderna, cuestionando al mercado y la privatización del conocimiento
–la mercantilización de la naturaleza y la privatización y los
derechos de propiedad intelectual– como principios para definir y
legitimar las formas de posesión, valorización y usufructo de la
naturaleza, y como el medio privilegiado para alcanzar el bien común.
Frente a los derechos de propiedad privada y la idea de un mercado
neutro en el cual se expresan preferencias individuales como
fundamento para regular la oferta de bienes públicos, hoy emergen
los derechos colectivos de los pueblos, los valores culturales de la
naturaleza y las formas colectivas de propiedad y manejo de los
bienes comunales, definiendo una ética del bien común y
confrontando las estrategias de apropiación de la biodiversidad por
parte de las corporaciones de la industria de la biotecnología.
39.
La ética de la sustentabilidad implica cambiar el principio del
egoísmo individual como generador de bien común por un altruismo
fundado en relaciones de reciprocidad y cooperación. Esta ética
está arraigando en movimientos sociales ascendentes, en grupos
culturales crecientes, que hoy en día comienzan a
enlazarse en torno de redes ciudadanas y de foros sociales mundiales
en la nueva cultura de solidaridad.
-
Ética
de la diversidad cultural y de una política de la diferencia
40. El
discurso del desarrollo
sostenible preconiza
un futuro común para la humanidad, mas no incluye adecuadamente las
visiones diferenciadas de los diferentes grupos sociales involucrados
y, en particular, de las poblaciones indígenas que a lo largo de la
historia han convivido material y espiritualmente en armonía con la
naturaleza. La
sustentabilidad debe estar basada en un principio de integridad de
los valores humanos y las identidades culturales, con las condiciones
de productividad y regeneración de la naturaleza, principios que
emanan de la
relación material y simbólica que tienen las poblaciones con sus
territorios, con los recursos naturales y el ambiente. Las
cosmovisiones de los pueblos ancestrales están
asentadas en y son fuente inspiradora de prácticas culturales de uso
sustentable de la naturaleza.
41. La
ética para la sustentabilidad acoge esta diversidad de visiones y
saberes y contesta todas las formas de dominación, discriminación y
exclusión de sus identidades culturales. Una
ética de la diversidad cultural implica una pedagogía de la otredad
para aprender a escuchar otros razonamientos y otros sentimientos.
Esa otredad incluye la espiritualidad de las poblaciones indígenas,
sus conocimientos ancestrales y sus prácticas tradicionales como una
contribución fundamental de la diversidad cultural a la
sustentabilidad humana global.
42.
Para los pueblos indígenas y afro-descendientes, así como para
muchas sociedades campesinas y organizaciones populares, la ética de
la sustentabilidad se traduce en una ética del respeto a sus estilos
de vida y a sus espacios territoriales, a sus hábitos y a su
hábitat, tanto en el ámbito rural como en el urbano. La ética se
traduce en prácticas sociales para la protección de la naturaleza,
la garantía de la vida y la sustentabilidad humana. Los
conocimientos ancestrales, por su carácter colectivo, se definen a
través de sus propias cosmovisiones y racionalidades culturales y
contribuyen al bien común del pueblo al que pertenecen. Por ello sus
saberes, su naturaleza y su cultura no deben ser sometidos al uso y a
la propiedad privados.
43.
En las cosmovisiones de los pueblos indígenas y afro-descendientes,
así como en las de muchas comunidades
campesinas, la naturaleza y la sociedad están integradas dentro
de un sistema
biocultural,
donde la organización social, las prácticas productivas, la
religión, la espiritualidad y la palabra integran un ethos que
define sus estilos propios de vida. La ética remite a un concepto de
bienestar que incluye a la gran
familia y
no únicamente a las personas. Este vivir
bien de
la comunidad se refiere al logro de su bienestar fundado en sus
valores culturales e identidades propias. Las dinámicas
demográficas, de movilidad y ocupación territorial, así como las
prácticas de uso y manejo de la biodiversidad, se definen dentro de
una concepción de la trilogía territorio-cultura-biodiversidad como
un todo íntegro e indivisible. El territorio se define como el
espacio para ser y la biodiversidad como un patrimonio cultural que
permite al ser permanecer; por tanto la existencia cultural es
condición para la conservación y uso sustentable de la
biodiversidad. Estas concepciones del mundo están generando nuevas
alternativas de vida para muchas comunidades rurales y urbanas.
44.
El derecho inalienable de los pueblos a su ser cultural debe llevar a
una nueva ética de los derechos de los pueblos frente al estado. La
ética para la sustentabilidad abre así los cauces para recuperar
identidades, para volver a preguntarnos quiénes somos y quiénes
queremos ser. Es una ética para mirar y volver a nuestras raíces.
Una ética para reconocernos y regenerar lazos de comunicación y
solidaridad desde nuestras diferencias y para no seguir atropellando
al otro. Una ética para reestablecer la confianza entre los seres
humanos y entre los pueblos sojuzgados, haciendo realidad los
preceptos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Ética
de la paz y el diálogo para la resolución de conflictos
45.
El peor mal de la humanidad es la guerra que aniquila la vida y
aplasta la naturaleza, así como la violencia física y simbólica
que desconoce la dignidad humana y el derecho del otro. La ética
para la sustentabilidad es la ética de una cultura de paz y de la
no-violencia; de una sociedad que resuelva sus conflictos a través
del diálogo. Esta cultura de diálogo y paz sólo puede darse dentro
de una sociedad de personas libres donde se construyan acuerdos y
consensos en procesos en los cuales también haya lugar para los
disensos.
46.
La
capacidad argumentativa ha permitido a los seres humanos usar el
juicio racional y la retórica para mantener y defender posiciones e
intereses individuales y de grupo frente al bien común y de las
mayorías. Sólo un juicio moral puede dirimir y superar las
controversias entre juicios racionales igualmente legítimos. La
función de la inteligencia no es solo razonar lógicamente, conocer
y crear productivamente, sino también orientar sabiamente el
comportamiento y dar sentido a la existencia. Éstas son funciones
éticas del bien vivir. En este sentido, la ética enaltece a la
razón. La dignidad, la identidad y la autonomía de las personas
aparecen como derechos fundamentales del ser a existir y a ser
respetado.
47. Si
todo orden social –incluso el democrático– supone formas de
exclusión, en cada escenario de negociación se debe incluir a todos
los grupos afectados e interesados. Esta transparencia es fundamental
en los procesos de resolución de conflictos ambientales por la vía
del diálogo y la negociación, sobre todo si consideramos que las
comunidades e individuos más afectados por la crisis ambiental en
todas sus manifestaciones son justamente los más pobres, los
subalternos y los excluidos del esquema de la democracia liberal.
48. Para
que la ética se convierta en un criterio operativo que permita
dirimir conflictos entre actores en diferentes escalas y poderes
desiguales, será necesario un acuerdo de principios de igualdad que
sea asumido y practicado por todos los actores de la sustentabilidad.
Ello implica reconocer la especificidad de los diferentes actores y
sectores sociales con sus impactos ecológicos, responsabilidades,
intereses y demandas, y en sus diferentes escalas de intervención:
local, nacional, internacional. Para ello es necesario superar las
dicotomías entre países ricos y pobres, así como las oposiciones
convencionales entre Norte y Sur, estado y sociedad civil, esfera
pública y esfera privada, de manera que se identifiquen los valores,
intereses y responsabilidades de actores concretos dentro de las
controversias puestas en juego por grupos sociales, corporaciones,
empresas y estados específicos. Este ejercicio es fundamental para
que las políticas, las decisiones y los compromisos adoptados
correspondan con las responsabilidades diferenciadas y con las
condiciones específicas de los actores involucrados.
Ética
del ser y el tiempo de la sustentabilidad
49. La
ética de la sustentabilidad es una ética del ser y del tiempo. Es
el reconocimiento de los tiempos diferenciados de los procesos
naturales, económicos, políticos, sociales y culturales: del tiempo
de la vida y de los ciclos ecológicos, del tiempo que se incorpora
al ser de las cosas y el tiempo que encarna en la vida de los seres
humanos; del tiempo que marca los ritmos de la historia natural y la
historia social; del tiempo que forja procesos, acuña
identidades y desencadena tendencias; del encuentro de los tiempos
culturales diferenciados de diversos actores sociales para generar
consultas, consensos y decisiones dentro de sus propios códigos de
ética, de sus usos y costumbres.
50. La
vida de una especie, de la humanidad y de las culturas no concluye en
una generación. La vida individual es transitoria, pero la aventura
del sistema vivo y de las identidades colectivas trasciende en el
tiempo. El valor fundamental de todo ser vivo es la perpetuación de
la vida. El mayor valor de la cultura es su apertura hacia la
diversidad cultural. La construcción de la sustentabilidad está
suspendida en el tiempo, en una ética transgeneracional. El futuro
sustentable solo será posible en un mundo en el que la naturaleza y
la culturacontinúen co-evolucionando.
51. La
ética de la sustentabilidad coloca la vida por encima del interés
económico-político o práctico-instrumental. La sustentabilidad
solo será posible si regeneramos el deseo de vida que sostiene los
sentidos de la existencia humana. La
ética de la sustentabilidad es una ética para la renovación
permanente de la vida, donde todo nace, crece, enferma, muere y
renace. La preservación del ciclo permanente de la vida implica
saber manejar el tiempo para que la Tierra se renueve y la vida
florezca en todas sus formas conviviendo en armonía en los mundos de
vida de las personas y las culturas.
52.
La ética de la sustentabilidad se nutre del ser cultural de los
pueblos, de sus formas de saber, del arraigo de sus saberes en sus
identidades y de la circulación de saberes en el tiempo. Estos
legados culturales son los que hoy abren la historia y permiten la
emergencia de lo nuevo a través del diálogo intercultural y
transgeneracional de saberes, fertilizando los caminos hacia un
futuro sustentable.
Epílogo
53. La
ética para la sustentabilidad es una ética del bien común. Este
Manifiesto ha sido producido en común para convertirse en un bien
común; en este sentido, busca inspirar principios y valores,
promover razones y sentimientos y orientar procedimientos, acciones y
conductas hacia la construcción de sociedades sustentables.
Este
Manifiesto no es un texto definitivo y acabado. La Onu, los
gobiernos, las organizaciones ciudadanas, los centros educativos y
los medios de comunicación de todo el mundo deberán contribuir a
difundirlo para propiciar unos amplios diálogo y debate que
conduzcan a establecer y practicar una ética para la
sustentabilidad.
Consultado:
26/01/2012